El árbol, tan parecido al ser humano no deja de sorprender en nuevo estudio

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El árbol es mucho más parecido al ser humano de lo que se piensa, explicó el Dr. Sebastián Pfautsch , en relación al estudio publicado el 4 de marzo por el Instituto Hawkesbury del Medio Ambiente, de la Universidad Western Sydnay.

“Para nosotros los árboles no tienen ojos, oídos, corazón, voz, nervios, pulmones, intestinos, sangre, cerebro; sin embargo eso no es del todo cierto. Los árboles son más parecidos a nosotros de lo que pensamos, pero no de una manera que podríamos esperar”, escribió Pfautsch en su opinión del 15 de marzo.

Según el investigador, el aliento y el pulso de los árboles los hace comparables a un ser viviente complejo.

Al referirse al “aliento”, explicó que es su conocida capacidad de “inhalar” los gases de la atmósfera y “exhalar” los gases producidos durante su metabolismo.

“Este “aliento” les permite liberar compuestos químicos altamente específicos y les facilita la comunicación con otros árboles, insectos u hongos. Los árboles de edad, se defienden y reaccionan a las lesiones”, de esta manera, añadió e experto.

Muchos nuevos estudios demuestran como por ejemplo los árboles y plantas descargan sus propios pesticidas naturales contra las plagas una vez que las identifican.

Otro mecanismo es que “los árboles tienen un pulso”, destacó el autor, aunque sin el corazón como el de un ser humano.

De una parte están las oscilaciones cada 24 horas, con la apertura y cierre de los estomas, y las anuales, con la pérdida y aparición del follaje (deciduouness).

Hay también una oscilación diaria que corresponde al transporte interno del agua en los troncos y tallos de los árboles, que se debe “principalmente a la luz y la sequedad de la atmósfera”, señaló el investigador.

“Los árboles suelen responder a los cambios en estos controladores ambientales mediante el aumento de su transpiración durante la mañana y su disminución durante la tarde y la noche”, comentó Pfautsch a través The Conversation el 15 de marzo.

Esto genera un lento cambio del diámetro del tallo que es periódico. Pfautsch recordó que fue Lester Hery Reineke quien en 1932 inventó lo que llaman un dendrómetro de precisión, que mide la circunferencia de un tronco del árbol en manera rápida. Se descubrió así que el árbol durante el día se contrae y durante la noche se expande dependiendo de los cambios del agua almacenados en sus tejidos.

Últimamente los investigadores encontraron que este pulso se genera principalmente por las fluctuaciones de diámetro en la corteza. “Esto fue algo sorprendente, ya que tradicionalmente se pensaba que la corteza estaba totalmente desacoplada de la corriente de transpiración del árbol”, hecho que se está investigando.

Usando tintes fluorescentes los científicos de la Universidad de Western Sydnay destacaron en tanto que lograron fotografiar el flujo del agua que sucede a diario. Ésta se transfiere entre los dos sistemas que la transportan en su interior y que se creían separados, ya que cumplen funciones diversas. La novedad publicada el 4 de marzo es que se comprobó como es que están interconectados todo el día, transfiriendo agua cuando hace falta.

Uno de los sistemas es el transporte llamado floema, que reubica los azucares durante la fotosíntesis de las hojas y los mueve al resto de la planta, y a las raíces. Utiliza el agua para ello. El otro sistema es el xilema, que mueve principalmente el agua de las raíces hacia arriba, a las hojas, donde reemplaza aquella perdida por la transpiración y mantiene la turgencia y bella expresión. Esto sucede a través de los pequeños vasos capilares, incluso en árboles muy altos.

Hay que recordar que a la par el árbol está eliminando sustancias químicas al exterior.

El agua puede transpirar desde el floema a los capilares, algo que no se había provado. Esto aumenta la tensión del flujo hacia arriba, causando transpiración y haciendo que se disminuya el diámetro total.

Cuando se sustituye el agua del floema, la planta se expande de nuevo, pero si hay sequía esto no sucede y puede morir. Por el otro lado, si los capilares se llenan de burbujas de aire, se rompe el flujo hacia arriba, y también la planta se seca.

Sobre la particular transferencia de agua del flujo al interior (fluema) y hacia arriba (xilema), el estudio explica que la nuevas fotografías muestran que este proceso se lleva a cabo dentro de unas células del tipo conocido como parénquima, que conectan el floema con los capilares conductores de agua. Estas células están alineadas radialmente, y presentes en la infinidad de especies de árboles vivos”, explica el documento.

“Nuestros experimentos han demostrado que el floema de hecho está vinculado a la corriente de transpiración, que actúa como una esponja que se satura y presiona continuamente”, dijo Pfautsch, quien realizó el estudio con el profesor Marcos Tjoelker y la Dra. Anya Salih (Confocal Microscopista)

“Así que, como resultado, los árboles son en realidad bastante como nosotros. Incluso tienen un pulso”, concluyó el científico de Western Sydney.

En el ser humano, de acuerdo a la medicina general, el pulso permite el funcionamiento de un sistema circulatorio con arterias, venas y un sistema linfatico depurador, así como unos canales transportadores de agua en el cerebro que permiten en esta zona la transpiración y eliminación de sustancias nocivas.

Para sentir el pulso en los árboles, Pfautsch hace una recomendación:”Usted sólo tiene que sentarse al lado de uno durante una semana para sentirlo”.

http://www.lagranepoca.com/medio-ambiente/18880-el-arbol-tan-parecido-al-ser-humano-no-deja-de-sorprender-en-nuevo-estudio-2.html

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