La afición por la bulbicultura es muy antigua y se remonta al año 1593, cuando un profesor de botánica llamado Charles Clusius recibió unos bulbos de oriente y los planto en su jardín.
Sobre los tulipanes existen anécdotas muy curiosas. Así, se cuenta que en el siglo XVII se vendio un bulbo de la variedad “Semper Augustus” por 10.000 florines y otro de la misma variedad por 4.600 florines. También se sabe que un bulbo de la variedad “Admiral van Enkhuizen” fue cambiado por 2 bueyes, 3 cerdos, 12 corderos,, varias botellas de ginebra, toneles de cerveza, varios kilos de mantequilla, más de 1.000 libras de queso y otros alimentos valorados en más de 10.000 florines.
La adición llegó a tal extremo de especulación que el gobierno holandés dicto unas leyes para evitarla
Las variedades obtenidas eran codiciadas por las clases altas por su exotismo y por razones de status. La tulipmanía arruinó a muchos comerciantes holandeses en 1637, año en que a causa de la fuerte competencia en el mercado no pudieron vender sus bulbos a precios tan altos como solían hacerlo.
El término «bulbosa» abarca un gran número de plantas que se caracterizan por tener órganos subterráneos de tejido de reserva. Narcisos, liliums, jacintos y tulipanes son bulbosas auténticas. Sin embargo, ciertas plantas como el azafrán, las fresias y gladiolos, a pesar de parecerse a las bulbosas, se conocen en realidad como cormos.
La producción holandesa de bulbos de flor, la mayor a nivel mundial, ha aumentado considerablemente a lo largo de las últimas décadas. En 1960, el total de la superficie dedicada al cultivo de bulbos alcanzaba cerca de las 10.000 ha, mientras que en la actualidad se ha doblado.
El tulipán es el principal bulbo producido a nivel ornamental, sus exportaciones se estiman del orden de los 2 biliones de unidades anuales. A éste le siguen gladiolos (1,4 billones), liliums (559 millones), iris, narciso, anemonas y jacintos.