Hace más de 3.000 años que hombres y mujeres de todas las culturas han perseguido el elixir de la inmortalidad. Durante mucho tiempo supusieron que, entre otros muchos lugares, este elixir debía estar presente en las piedras por su longevidad e inmutabilidad. Mas allá de aspectos alquimistas, en la antigua China, encontraron en las piedras simbologías mucho más profundas que les transportaban a lugares mágicos o sagrados donde habitaban los “inmortales”.
Ello se debe a que, entre los principios de la filosofía Zen se encuentra la idea de yugen, de la profunda capacidad de evocación, la creación de una obra de arte con pocos elementos que conmueven el espíritu del espectador, sin recurrir a adornos o embellecimientos.
Nuestra imaginación puede ser fácilmente persuadida de la idea que, una sola piedra, o un grupo, es una formidable cadena montañosa. Este miniaturismo es una característica de los Suisekis, y al mismo tiempo su percepción como focos de energía, un aliento vital, o ki, que impregna la naturaleza, en sus formas salientes o escarpadas.
Los Suiseki son composiciones estáticas que transmiten calma hacia las personas, simplemente con su contemplación, por ello, un Suiseki puede crear un espacio y un ambiente apropiado para la meditación dentro del hogar o lugar de trabajo. Suiseki es un término japonés y su traducción literal es Sui (agua) y Seki (piedra o roca), y aunque un Suiseki es en definitiva una roca que permanece físicamente inmutable con el paso del tiempo, en realidad, debido a la poderosa capacidad de sugestión que poseen, nos permite ‘apreciar’ como cambia de acuerdo a la luz, su posición, la nuestra, su entorno… por lo que la observamos como si tuvieran vida propia, igual que una planta o bonsái. La fascinación creada por un Suiseki y su poder de expresión solamente es posible como resultado del constante ‘trabajo’ de la naturaleza.
Alrededor del siglo I de nuestra era, se empezaron a crear las bases de este arte ancestral en la antigua China. Se utilizaban pequeñas piedras de gran belleza natural que se situaban sobre una base, principalmente de madera (Daiza) o en bandejas de cerámica o bronce (Suiban).
El arte se exportó al Japón a través de los importantes regalos de la corte imperial China. Reflejando el gusto de la corte de esa época, las piedras eran brillantes, rugosas y de formas fantásticas. Las Suiseki se popularizaron en Japón durante muchas centurias, constituyendo un elemento importante de comercio y fijando de forma precisa las normas que rigen actualmente este arte contemplativo.
La historia del Suiseki está íntimamente relacionada con el mundo del bonsái, de manera que, las exposiciones de bonsái acostumbran a ir acompañadas de exposiciones de Suiseki. Actualmente se encuentran tres categorías de Suiseki:
Rocas Paisaje que representan al Suiseki clásico. Tienen forma de montaña, meseta o incluso acantilado.
Rocas Objeto que representan objetos en relación con la cultura y tradiciones de la vida cotidiana.
Rocas Preciosas que presentan elementos muy importantes como: la profundidad, la intensidad del color o su representación simbólica. Algunas de ellas se diferencian según la estructura, dibujos, símbolos y motivos que presenta su superficie.
El Suiseki, conocido como el arte de contemplar las rocas, es una de las manifestaciones artísticas orientales relacionada con el taoísmo y el budismo. Para que una roca pueda considerarse Suiseki debe poseer diversas cualidades que transmitan calma y tranquilidad, poder de sugestión, equilibrio y color.