La cocina creativa en la que tanto viene destacando la gastronomía española nos ha puesto las flores en el plato. Efectivamente, las flores –además de decorar– en algunos casos pueden comerse. Y así, las flores se han convertido en los ingredientes para platos muy elaborados de alta cocina, como elemento decorativo o para enaltecer el color y potenciar el sabor. Existen cerca de 250 especies de flores comestibles, pero algunas hace miles de años que nos las comemos. Es el caso de especias como el azafrán, el laurel, el tomillo o el romero, o de vegetales como el brócoli, la coliflor, las alcachofas o la lombarda.De las “nuevas” flores, las más populares en la cocina son las violetas, los pétalos de rosa, la flor de calabacín y calabaza, las caléndulas, los crisantemos, el jazmín, los claveles, azahares, malvas, pensamientos, gladiolos y amapolas. La rosa es de las flores más usadas. Sus pétalos son ideales para ensaladas, tartas y salsas. La flor de lavanda es ideal para preparar natillas o flanes. Queda muy bien con guisos de pollo, arroz o aderezos para ensaladas. Las violetas sirven para elaborar caramelos e infusiones y potencian el sabor de las mermeladas. El crisantemo y el jazmín pueden tomarse como guarnición de pescados. Por su amargor, las caléndulas se usan para aromatizar caldos. Las flores de hierbas aromáticas como el cilantro, menta, tomillo, albahaca, romero o ajo, sirven para acompañar ensaladas y verduras. Claro que pocas flores se cocinan. Las del calabacín son una excepción (rellenas, horneadas o fritas). No hay que temer a la hora de cocinar con flores pero se debe tener cuidado con aquellas que puedan ser tóxicas. Para trabajar con flores debemos manipularlas con sumo cuidado, pues sus pétalos son frágiles y se rompen con facilidad.
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