La polinización por insectos aumenta la emisión de las moléculas responsables del olor de las flores, según indica un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores del CREAF (Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals), que publica la revista Biochemical Systematics and Ecology (edición impresa de agosto de 2015, avanzado en la edición on line). La investigación del equipo formado por Josep Peñuelas, investigador del CREAF y profesor del CSIC, Gerard Farré Armengol, Iolanda Filella Cubells y Joan Llusià ha comprobado que las flores polinizadas por insectos liberan más variedad y más cantidad de compuestos químicos responsables de su perfume que las polinizadas con el viento. Las plantas con flor tienen diferentes estrategias para reproducirse y no todas huelen igual. Por un lado, las plantas anemófilas se polinizan con el viento «como los olivos, que tienen flores con polen que se desprende y es transportado fácilmente con el viento», dice el investigador del CREAF y primer autor del estudio Gerard Farré-Armengol. Por otra parte, las plantas entomófilas se reproducen gracias a los insectos, que transportan el polen de una flor a otra a la vez que se alimentan del néctar de las flores, «la flor de San Juan, por ejemplo, tiene una de las fragancias más características y es especialmente atractiva para los insectos», destaca Farré-Armengol. El estudio ha analizado las moléculas responsables del perfume de las flores. Son los llamados compuestos orgánicos volátiles (VOC por sus siglas en inglés) y principalmente son terpenos y sus derivados. El contenido de estos compuestos químicos es mucho más elevado en las plantas entomófilas, lo que demuestra que las plantas que se polinizan por insectos tienen una fragancia más potente y detectable. Los investigadores atribuyen estas diferencias a que las flores entomófilas necesitan atraer a los insectos con señales, que pueden ser visuales con los colores vistosos de los pétalos, o bien químicas, producidas por los compuestos volátiles percibidas con el olfato. «Las flores y los insectos han evolucionado conjuntamente y han desarrollado unos mecanismos de atracción y detección respectivamente muy perfeccionados de que ambos se benefician», explica Farré-Armengol. También se ha constatado que las flores liberan un tipo de compuestos volátiles u otro dependiendo del grupo de insectos que las polinizan. «Por ejemplo, las flores polinizadas por mariposas no tienen la misma fragancia que las que normalmente se polinizan por abejas», comenta Farré-Armengol. Oler bien para salvar la descendencia Algunas plantas como el tomillo o la salvia son entomófilas y dejan la puerta abierta a los insectos polinizadores, pero a la vez pueden fecundarse a sí mismas para que sus gametos masculinos y femeninos son compatibles. «Se trata de una estrategia de reproducción útil cuando hay pocos insectos polinizadores al alcance», dice Farré-Armengol. Hasta ahora se consideraba que estas especies autocompatibles no necesitaban emitir señales químicas muy potentes porque si podían autoreproducirse la polinización cruzada mediante la intervención de los insectos quedaba en un segundo plano. Sorprendentemente, el estudio revela que estas plantas entomófilas y autocompatibles son las que tienen las fragancias más potentes y más diversas. «El hecho de encontrar fragancias fuertes en plantas que podrían reproducirse ellas mismas remarca aún más el papel de los insectos polinizadores en los ecosistemas. Las plantas prefieren que las polinicen estos animales para que así intercambian el polen con flores de otras plantas. De esta manera mantienen la variabilidad genética de los individuos y aseguran la supervivencia de la especie «, concluye el investigador Farré-Armengol.