Para tratar el problema del modo más sencillo, diremos que una planta está enferma cuando por causas externas o alteraciones internas, pierde su aspecto y funciones normales. En la mayor parte de los casos, las personas que cuidan las plantas se dan cuenta de la enfermedad sólo cuando las hojas se ponen feas o cuando observan otros síntomas extraños y preocupantes. A veces, sin embargo, los motivos parecen un misterio impenetrable. Naturalmente no siempre puede repararse el daño, pero gran parte de las enfermedades se pueden tratar o prevenir si se abordan a tiempo los cuidados oportunos.
Una planta bien aclimatada, y robusta, tiene muy lejos de sí, en principio, la aparición de una enfermedad. Los factores que determinan la buena aclimatización de una planta y los que influyen en su estado de salud son tan variable que parecen casi imponderables: una experiencia frecuente es la de ver cómo se marchita una planta adquirida hace poco tiempo, mientras que otras que se tienen desde hace mucho tiempo parecen resistirlo todo. De hecho son muchos los factores que pueden influir en el debilitamiento de una planta: exceso o falta de nutrientes, exceso o falta de humedad, temperatura inadecuada y sobre todo una exposición inadecuada.
Las plantas sufren muchísimos con los cambios ambientales y su primer período es el más delicado. El secreto para mantener bonita y en buenas condiciones una planta durante mucho tiempo estriba precisamente en lograr aclimatarla. Sólo así podrá desarrollarse y resistir las adversidades. Las plantas «nuevas» atraviesan al principio una fase muy delicada en la que son más débiles y están sujetas a numerosos peligros; esto hace que sean necesarios cuidados especiales. Resignarse a cambiar a menudo las plantas, después de repetidos fracasos ciertamente no es la mejor solución.
Si las plantas nuevas requieren cuidados especiales para que se ambienten bien, con las viejas o más conocidas tampoco hay que «bajar la guardia». De hecho las plantas son seres vivos que crecen y se desarrollan según un ritmo propio y en un momento determinado de su vida empiezan a estar más expuestas a infecciones y peligros, por la debilidad unida al envejecimiento. Por tanto, ni siquiera con las mejores aclimatadas es conveniente olvidar sus necesidades específicas o la prevención de ataques.
En algunos casos, las causas de las enfermedades se pueden averiguar fácilmente; otras veces, sin embargo, las patologías están constituidas por lesiones o infecciones microscópicas, o están unidas a factores ambientales como temperatura, luz, humedad y, por tanto, son más difíciles de reconocer.
Entre las causas más frecuentes de enfermedades encontramos los hongos, virus y bacterias, que desarrollan su acción destructiva penetrando en el interior de las células o los tejidos vegetales. Otras veces la enfermedad se debe a insectos y pequeños animales que se alimentan de las plantas y las usan como refugio.
Los desequilibrios ambientales constituyen una de las razones más frecuentes de desajuste para las plantas de interior. En la naturaleza no existen «plantas de interior»: la mayor parte de las especies que se cultivan en casa, de hecho, son plantas tropicales obligadas a vivir en ambientes no naturales y, a veces, en condiciones totalmente inadecuadas como por ejemplo en locales saturados de humo o mal iluminados. Incluso en las mejores condiciones posibles, los apartamentos modernos y las oficinas son ambientes muy secos, adecuados para la vida y el trabajo del hombre, pero que no satisfacen las necesidades de las plantas de origen tropical.
A veces las plantas no se desarrollan como deberían y en estos casos hay que pensar en errores de mantenimiento. Luz inadecuada, temperaturas demasiados altas o demasiado bajas, riego excesivo, trasplantes mal realizados, son algunas de las causas más frecuentes de desarrollo inadecuado de las plantas de interior.
En cuanto al tipo de tratamiento a aplicar en las plantas enfermas o atacadas. Sin duda alguna se nos presenta un dilema difícil de solucionar, por un lado esta la utilización de productos químicos y por el otro el control biológico. El más efectivo es sin ninguna duda el tratamiento químico, pero merece la pena disfrutar de un jardín sin plagas ni enfermedades a costas de destruir el medio ambiente a corto o largo plazo, en cambio el control biológico o ecológico no es tan eficaz a corto plazo, pero es respetuoso con el medio ambiente. Quizás la solución esté en alternar ambos tratamientos, de todas formas lo que si está claro es que ya es hora de comenzar a respetar nuestro entorno y que cualquier alternativa para conseguir, la no agresion al medio debe ser aplicada en detrimiento de cualquier tipo de producto que perjudique nuestro medio natural.