El estilo de vida actual nos ha llevado a vivir en entornos asépticos, alejados de la naturaleza y sus numerosas sustancias beneficiosas para nuestro organismo. Las enfermedades de la vida moderna como el estrés y la ansiedad las podríamos combatir dándonos un baño de bosque terapéutico.
Los investigadores han analizado los posibles beneficios de los bosques a nivel terapéutico y han encontrado que, efectivamente, personas que sufren ciertas enfermedades, han mejorado a nivel físico y fisiológico. Darse un baño de bosque terapéutico quiere decir, entrar en contacto con bosques maduros, con muy poca intervención del hombre, donde la naturaleza se encuentra en su máximo desarrollo, también llamado clímax. Los beneficios encontrados en estos “baños” son que: aumenta las proteínas anticancerígenas, refuerza el sistema inmunitario, baja la adrenalina y reduce la tensión arterial, entre otros beneficios.
Secundino López-Pousa, Doctor en Neurología junto a otros investigaciones de la Universidad de Girona han demostrado la eficacia en personas con fibromialgia, en las que aumentaba su bienestar después de realizar ejercicio en estos espacios naturales.
El contacto con los bosques mejora aspectos físicos y fisiológicos:
A nivel físico, se disminuyen las hormonas del estrés a través de reducir la actividad del sistema nervioso simpático y activar el sistema nervioso parasimpático, el cual nos permite una mayor recuperación, bienestar y relajación. Al mismo tiempo se producen acciones cardiovasculares, porque algunas sustancias relacionadas con la hipertensión arterial, como endotelinas y citosinas, también se modifican.
A nivel psicológico, promueven menores concentraciones de cortisol, disminuyen la frecuencia del pulso, la presión arterial, aumentan el bienestar, la tranquilidad y también el vigor. También se observan beneficios en personas con trastorno psicológicos, como el autismo.
Los bosques maduros o en clímax, son aquellos que tienen una edad de más de 100 años y no han sufrido modificaciones antrópicas. Estos bosques mantienen un estado de complejidad, con conexiones donde participan gran variedad de elementos naturales. Hongos, aceites y resinas son elementos que desprenden sustancias que inhalamos. “Estas sustancias son mediadores cerebrales, porque aumentan la serotonina y regulan la noradrelina. Hay que pensar que el 80% de la farmacología actual proviene de los bosques. La propia penicilina es un hongo y en los bosques centenarios hay un equilibrio biológico entre las plantas, las bacterias y los animales” insiste López-Pousa.
Los arboles maduros a nivel individual, tienen también sus esencias como las fitoncidas que son sustancias generadas por las plantas que se han demostrado eficaces en la prevención del cáncer y como antibióticos naturales. Estas sustancias, al ser inhaladas tienen un efecto a nivel del sistema límbico (nivel cerebral), y posteriormente pasan a la sangre, donde a nivel fisiológico, disminuyen el estrés y fortalecen el sistema inmunitario aumentando la actividad de las células “Natural Killer”, células anticancerígenas.
La medicina forestal es reivindicada tanto por la cultura oriental como la cultura clásica occidental. En países como Japón está muy integrada en la cartera pública de servicios.
En España, las instituciones están impulsando iniciativas similares para salvaguardar el “casco antiguo” de los bosques. Y en concreto en Cataluña se está desarrollando el programa “Selvans” que tiene como objetivo localizar los mejores bosques maduros y tratar de asegurar su conservación. Para ello se creará una red de bosques con alto valor natural con acuerdos de custodia donde podrá compaginarse con un desarrollo sostenible, manteniendo su valor natural, económico y terapéutico.
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